Han pasado ya cincuenta años desde que los Comités de Defensa de la Revolución –CDR- nacieron en Cuba, la organización de masas que más cantidad de militantes alberga en su seno. Aquel 28 de septiembre de 1960 estaba recién llegada a la Isla la delegación cubana que, durante diez días, había permanecido en los Estados Unidos para participar en la XV Asamblea General de las Naciones Unidas. Raúl Castro, el presidente Osvaldo Dorticós y el Che, entre otros compañeros, les recibieron al pie de la escalerilla del avión que, por cierto, era soviético, ya que el gobierno yanqui embargó el “Britannia” que los había llevado a Nueva York, a pesar de que la delegación cubana gozaba de inmunidad diplomática. También les esperó una multitud que, haciendo caso omiso al aguacero que aquella tarde caía en Rancho Boyeros, igualmente quería dar la bienvenida al líder de la Revolución y al resto de los compañeros. Tal fue el gentío que acudió a la zona que la caravana liderada por Fidel tardó más de dos horas en llegar al Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución. Numerosas pancartas, como: “Fidel: sacudiste al monstruo en sus propias entrañas” o “Fidel: hoy tu pueblo te recibe como el líder de los pueblos oprimidos del mundo”, fueron desplegadas entre los miles de hombres y mujeres que asistieron a los recién llegados.
Desde la terraza norte del Palacio, Fidel expuso sus impresiones acerca de los diez días transcurridos en la ciudad de los rascacielos, haciendo un balance altamente positivo del viaje. Durante su exposición al pueblo, se escucharon varios estallidos de bombas colocadas y detonadas por la contrarrevolución, momento en que Fidel anunció la puesta en marcha de una idea de vigilancia colectiva. Así lo dijo y así nacieron los CDR: “Estos ingenuos parece que de verdad se han creído eso de que vienen los ‘marines’, y que ya está el café colado aquí. Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad, no hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana, ni hay barrio, que no esté ampliamente representado aquí. Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria que todo el mundo sepa quién vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda. Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana…, para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse. Están jugando con el pueblo y no saben todavía quién es el pueblo; están jugando con el pueblo, y no saben todavía la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo”. El paso de los años –medio siglo desde entonces- se encarga de certificar que la fuerza revolucionaria del pueblo siempre ha sido inmensa.
Fruto de la unificación de varias organizaciones con fines diversos, los CDR nacieron, pues, en el fragor de la lucha revolucionaria como respuesta fundamentalmente al terrorismo contrarrevolucionario. Se trataba de impedir la destrucción de la Revolución que tanto perseguían y anhelaban los enemigos imperialistas. De modo que, aunque no fue la única, la vigilancia siempre constituyó su razón de ser y su tarea prioritaria.
Otra tarea muy importante, a la que sin duda han contribuido los CDR durante todos estos años, ha sido la de preservar –con éxito- la unidad del pueblo manteniendo vivo y pujante el socialismo; no en vano, la cederista es una organización sociopolítica de masas estrechamente ligada al hecho histórico de la Revolución Socialista Cubana. A través de los CDR se canalizan los diferentes procesos políticos convocados por el Partido y el Gobierno, multiplicándose de esa manera la participación del pueblo.
Los CDR, que cuentan con unos ocho millones y medio de efectivos, más del 80% de la población mayor de 14 años, se encargan de otras muchas tareas. Mediante el trabajo directo con las personas y las familias de la comunidad, combaten la especulación, organizan los suministros alimenticios al pueblo, promocionan los trabajos voluntarios, participan activamente en la recuperación de materias primas, en el ahorro de energía eléctrica, en las campañas de vacunación, en las donaciones voluntarias de sangre –el pasado año aportaron 480.000-, en los actos conmemorativos, en la concepción de la Guerra de Todo el Pueblo, sobre todo a través de las brigadas de producción y defensa, que son las encargadas de la evacuación de las familias en caso de alarma ante cualquier agresión… En fin, ante cualquier tarea planteada por la Revolución, la militancia cederista siempre estuvo presta, siempre está presta para responder sin atrasos a la llamada.
Muchos años después de que él mismo anunciara la creación de los CDR, Fidel dijo de éstos: “A mi me parece que lo notable de la historia de nuestra Revolución es haber resistido todos esos intentos de destruirla, y, en ese sentido, aquel día en que se formaron los Comités de Defensa de la Revolución fue un día verdaderamente histórico”.
Cuando en 1996 el gobierno de los Estados Unidos –el de William Clinton- aprobó la ley Helms-Burton, que es una flagrante violación del Derecho Internacional, ésta contemplaba la desaparición de los CDR como paso previo para aprobar un gobierno de transición en la Isla; prueba evidente de que la organización de masas, que hoy llega a los cincuenta años de imprescindible existencia, cumple eficazmente con su cometido: defender al socialismo que ellos mismos construyen.
fuente: http://baragua.wordpress.com
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