sábado, 18 de agosto de 2012

Felix Resiste


(APe)
Félix Díaz tiene la fragilidad de su pueblo. Y la misma fortaleza. Lleva los mismos golpes en su historia. Los mismos moretones en cada capítulo de sus memoriales. El qarashe de la comunidad qom de Formosa –víctima del saqueo, de la voracidad, de los agronegocios, de la policía, del gobernador Gildo, de la Presidenta de que no sabe, no contesta- quiso enviar una encomienda a capital. Pero la empresa privada de Laguna Blanca se la rechazó. Volvía en la moto, con su paquetito a cuestas. Y una camioneta negra lo levantó por los aires, como sueñan con hacer volar a los resistentes acorralados. Que ya no tienen animal para cazar, árbol que regale un fruto, caña que dé techo ni tierra a semillar. Puestos contra la pared de la historia resisten.
Félix quedó tirado en la ruta. Herido y golpeado. La camioneta se fue. Se descargó, como una escopeta. Y se fue.
No es la primera vez que ve la muerte de cerca. Y seguramente no será la última. Suele poner los brazos como cerco alrededor de su comunidad. Para que no entre la policía ni la gente de Gildo ni el ruido enloquecedor de la 9 de Julio que por cinco meses no lo dejó dormir y después no lo dejó despertar cuando los echaron con promesas vanas y en su rinconcito de Formosa todo siguió igual. Sin tierra, sin documentos, sin tierra, sin agua, sin salud, sin tierra, con policía, con golpes, sin tierra.
La muerte de Roberto López de un balazo artero. Y la de Mario, de la que tanto se acordó cuando la moto voló y él cayó sobre el pavimento. Porque a Mario también lo atropellaron después de la represión. Y se murió. Pero él está vivo, Félix Díaz está vivo, el qarashe está vivo, amenazado por la policía, por la parapolicía, por el Gildo y su gente, por el hambre, por la enfermedad. Pero vivo. Y en pie.
Como toda la comunidad, frágil, chiquita, con los huesos a la vista, con los ojos profundos, con la historia en la piel.
Pero con una fuerza que viene del fondo de la memoria, del viento originario.
Resistentes y vivos.
Con la raíz invencible.
Esperando, como hace siglos, un nuevo amanecer. 

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