miércoles, 15 de agosto de 2012

Subterráneo de Buenos Aires: el paro se levantó, el conflicto no terminó

(Nuevo MAS)
Es imprescindible recuperar una estrategia independiente

Después de una histórica medida de prácticamente diez días de paralización total, ayer se levantó el paro de los compañeros del subterráneo. Se logró un acuerdo alrededor de puntos del convenio y sumas no remunerativas, pero el reclamo por el 28% de aumento no ha sido resuelto. Y, sobre todo, lo que no está resuelto, es que autoridad, de qué ámbito, es la que va a hacerse cargo de asumir la responsabilidad sobre la marcha del servicio: si el gobierno nacional o el de la ciudad. 

En este momento los compañeros del subte respiran aliviados: se logró levantar un paro que venía complicándose y a pesar de todo se obtuvieron puntos reivindicativos sentidos; no fue todo en vano y a pesar de que el reclamo de fondo no está resuelto, sin embargo la lucha no terminó en derrota. Como dijo el propio Pianelli: se obtuvieron unas “migajas”, pero peor hubiera sido nada. 

Sin embargo, la cosa no está para festejar: es que el problema del salario, el más importante en la agenda de los compañeros y compañeras trabajadoras del subterráneo, no quedó resuelto y esta situación no tiene que ver con un punto más o menos de salario sino al problema de fondo de qué autoridad se hace cargo del servicio.  

Es ahí donde salta el grave problema de la conducción mayoritaria de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP) encabezada por Beto Pianelli: la pérdida de su independencia política. Es que Pianelli muestra como un gran punto a favor su adscripción a la CTA oficialista de Hugo Yasky, el ser miembro de Nuevo Encuentro, partido pro k dirigido por el ex intendente de Morón, Martín Sabatella, y el ser abierto simpatizante del gobierno de Cristina Kirchner. Por la base, la traducción de esta ubicación de parte de la dirección mayoritaria del nuevo gremio, se expresa en que muchos compañeros y compañeras simpatizan con el gobierno kirchnerista porque erróneamente opinan que “es gracias a Néstor y Cristina que tenemos las conquistas obtenidas en los últimos años”...  

En esta ubicación hay muy graves problemas. Por empezar, las conquistas obtenidas por los compañeros y compañeras del subte nunca fueron graciosas concesiones o “dádivas” del gobierno kirchnerista: fueron obtenidas con duras luchas, muchas de ellas gozando de la simpatía de amplias franjas de los trabajadores y el apoyo activo de la izquierda. Sea cuando se logró la jornada de seis horas, cuando fue el duro paro de Semana Santa, cuando hubo que plantarse por los compañeros de las tercerizadas, o contra las provocaciones de la patota de la UTA, cuando en noviembre del 2009 se llevó a cabo la dura lucha por el reconocimiento del nuevo sindicato y un largo etcétera. En la mayoría de esas peleas –si no en todas- el gobierno no estuvo “apoyando” sino en la vereda de enfrente del reclamo; reclamo frente al cual, si retrocedió, se debió a la firmeza de los propios compañeros y compañeras, los apoyos logrados y las condiciones más generales que transitaba el país en aquellos momentos, favorables a la lucha social. La confusión acerca de las razones de sus logros es una de las más graves y tristes consecuencias de la pérdida de independencia política y sindical de la conducción mayoritaria de la asociación: ¡sus conquistas son hijas del Argentinazo del 2001 y no del gobierno que vino a reabsorber y enterrar las potencialidades de ese proceso de lucha y cuestionamiento desde abajo! 

Pero hay más. El hecho es que estos diez días de duro paro, dónde por momentos la solución no parecía venir de ningún lado, deberían hacer reflexionar en qué medida el estar en la órbita del oficialismo político y sindical K trae realmente algún “beneficio” para los trabajadores del subte. Por ejemplo, Pianelli participó en una reunión con Cristina la semana pasada como parte de una visita “protocolar” de la CTA oficialista: ¿en qué ayudó esta visita? En nada. Es más, la propia CTA Yasky brilló por su ausencia durante el conflicto: ¡siquiera fue capaz de sacar una declaración pública de apoyo al mismo!  Muchos menos, claro está, osó amenazar con poner en práctica una medida de lucha en apoyo a los compañeros y compañeras del subterráneo que estaban en huelga. 
Y el apoyo de Pianelli a los K siquiera ha servido para que la AGTSyP sea reconocida por el estado en manos del gobierno K; solamente se ha logrado la simple inscripción y por esta razón la UTA todavía sigue reivindicando la “representación legal” de los trabajadores del subterráneo, dándole argumentos a todos los enemigos de los trabajadores del subterráneo (la empresa Metrovías, la burocracia de la UTA Macri y el gobierno nacional).  

En realidad, la cosa es mucho más compleja. El hecho es que Pianelli hipotecó la independencia política de la dirección del subterráneo sólo para quedar en medio de una disputa interburguesa en la que nada tienen que ver los trabajadores, sin obtener nada tangible a cambio en materia de fortalecimiento de la capacidad reivindicativa de los trabajadores. Siquiera, como está dicho, el reconocimiento del nuevo sindicato (lo que se debe a que el gobierno peronista de Cristina es el garante, en último instancia, de la burocracia sindical en su conjunto, aunque se quiera disfrazar de progresista[1]).

Pero de este problema se va a otro que es una de las cuestiones de fondo del actual conflicto: ¿quién se hará cargo de los problemas del servicio? Como es sabido, los Roggio alegan que están “perdiendo plata” (aunque tampoco parecen dispuestos a dejar una concesión que tan jugosas ganancias le ha venido dando). Por su parte, a comienzos del año el gobierno de Cristina (como parte de su política de ajuste por “sintonía fina”), trató de pasarle la responsabilidad del servicio al gobierno de la ciudad. Pero Macri, luego de haber aceptado inicialmente hacerse cargo (¡y de aumentar el boleto a 2.50$!), desistió alegando problemas de “seguridad”[2].

Consecuencia: la responsabilidad sobre el subterráneo de Buenos Aires quedó como en el limbo, situación en la que se encuentra hasta hoy y es la razón por la cual siquiera se ha podido cerrar hasta el momento la paritaria. 

Pero aquí se coloca precisamente el problema acerca de con qué estrategia se debería pelear en este diferendo. Dado que Pianelli ha optado, lamentablemente, por aliarse con el kirchnerismo, desde comienzo del año viene defendiendo la aberración de que “sería mejor que el subterráneo esté a cargo de Macri”…[3] Es decir, una orientación funcional a Cristina pero que se da de patadas con las necesidades reales de los trabajadores. Esto no solo tiene el grave problema de que al quedar atrapado en una disputa interburguesa, sirve a la campaña gorila de restarle legitimidad a los reclamos de los trabajadores del subte. Mucho más grave es el hecho que la estrategia de los sectores clasistas e independientes en materia de responsabilidad y propiedad de las empresas privatizadas pasa porque las mismas sean estatizadas bajo control de los trabajadores, no que la concesión pase de la mano de una autoridad burguesa a otra. Y a la hora de esta estrategia, solo un ciego optaría porque de ellas se hiciera cargo un estado más débil y no el financieramente más fuerte, que es estado el nacional. 

En el subterráneo y para resolver el problema de fondo, se debería exigir el cese de la concesión del subterráneo a Roggio y que el servicio pase a manos directamente del estado nacional bajo control y / o administración de los trabajadores. Esto es evidente hasta por el hecho que es el estado nacional el que tiene presupuestariamente más “espaldas”; el que puede encarar el financiamiento de los planes de obras que son necesarios para que el servicio no se siga deteriorando como ocurre a ojos vista. Pero no: como Pianelli es simpatizante del kirchnerismo, ha sido funcional al pase del servicio a la jurisdicción de la Capital Federal, solo en razón de la pelea de los K con Macri por quien aplica el ajuste y el aumento de las tarifas en el servicio del subte. 

Así las cosas, la pérdida de independencia de Pianelli y del sector del sindicato que está alrededor de él, sólo apunta a socavar estratégicamente las posiciones conquistadas. Es verdad que en esta oportunidad se evitó una derrota; como el conflicto venía complicándose, la mayoría de los compañeros y compañeras vio esta salida como un alivio y votó mayoritariamente por ella en las asambleas. Pero el problema de fondo sigue sin resolverse: al haber quedado entre “dos fuegos”, solo se han comprado un problema que es ajeno, sin haber logrado resolver el propio que es el de la paritaria. Y, más en general, el del futuro del servicio del subte en su conjunto, gravemente deteriorado por responsabilidad conjunta del gobierno nacional, del de la ciudad y de los Roggio. 

Es por esto que hace falta un replanteo estratégico general. Hay que colocar en el centro el ¡¡Fuera Roggio!! y plantear que la pelea entre Cristina y Macri es entre políticos patronales, que no es la nuestra. Que la salida de fondo pasa por la reestatización del subterráneo bajo control obrero; que el estado nacional se haga cargo de las inversiones que son cada vez más necesarias y urgentes, y que los trabajadores pasen a controlar la gestión. También que el Ministerio de Trabajo se deje de dar largas al asunto y reconozca la personería gremial a la AGTSyP. 

En fin: si los compañeros del subte no quieren ver hipotecadas sus conquistas, hace falta un giro de 180 grados en la orientación del gremio: volver a una estrategia independiente que es realmente la que posibilitó obtener las conquistas que lograron estos años, de otra manera, a partir de ahora, pueden comenzar a vivir derrotas por equivocarse de aliados. 


Desde el Nuevo MAS aportamos fraternalmente estas opiniones  para colaborar en el debate abierto en las bases y el activismo del subte sobre el balance del conflicto y los desafíos por venir.


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[1] Al respecto, son aleccionadoras las declaraciones públicas del hermano de Mariano Ferreyra, Pablo Ferreyra, en un reportaje realizado el último fin de semana en Página 12, dónde a pesar de reconocerse abiertamente como “simpatizante kirchnerista” declara que una de las cosas que no le “cierran” es justamente este compromiso del gobierno de Cristina con el conjunto de la burocracia sindical. Recordemos acá que la UTA, también hace parte de la CGT oficialista o “CGT Balcarce”. 
[2] La excusa fue la tragedia del ex Sarmiento a comienzos de marzo de este año; pero la realidad es que hacerse cargo del subterráneo es comprarse un problema dado el nivel del deterioro del servicio, los problemas con la concesión de los Roggio, la tradición de lucha de sus trabajadores, la maniobra de tercerización del ajuste implementada por Cristina y un largo etcétera. 
[3] Uno de los argumentos de Pianelli es que “el gobierno de Macri es más débil, entonces es más fácil pelear contra él”. La realidad es que la base electoral del macrismo es cogotuda y de derecha, y, por lo tanto, mucho menos permeable a los reclamos de los trabajadores; por esto, entre otras cosas, Macri ha podido decir que no le importaba que el subte estuviera paralizado, que más le importa la “seguridad” del mismo… Dado su nivel económico, es evidente que su base social no es la más afectada cuando el subterráneo se paraliza.

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