sábado, 4 de mayo de 2013

Sueños de revolución: Portugal entre crisis y claveles


(Bandera Roja)
El pueblo portugués conmemoró este 25 de abril los 39 años de la Revolución de los Claveles con una masiva manifestación contra el gobierno. La celebración por el triunfo sobre una dictadura que duró casi 50 años se mezcló con los reclamos por las cada vez más duras medidas de ajuste.
A menos de un año de las importantes protestas de septiembre del 2012, en el marco de un nuevo aniversario de la Revolución de los Claveles y con una multitud recorriendo las calles de la capital, el gobierno portugués se encuentra en un momento crucial de su administración, comprometido con las exigencias de los organismos financieros y las demandas populares.
Recientemente, el Tribunal Constitucional portugués falló contra las disposiciones de Passos Coelho, el primer ministro del gobernante Partido Social Demócrata, que pretendía suprimir la paga extra de funcionarios y pensionistas, y reducir los subsidios por desempleo, para ahorrar casi 1.200 millones de euros y satisfacer las demandas de la troika (como se conoce al conjunto integrado por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea). La resolución del máximo tribunal declaró inconstitucionales esas medidas, lo que genera incertidumbre respecto a los próximos pasos a seguir por el gobierno.
En este contexto, la tradicional celebración del 25 de abril fue acompañada de reclamos, donde miles de personas con sus claveles rojos marcharon por las calles de Lisboa. En la Avenida de la Libertad, por donde desfilaron los manifestantes, no hubo festejos por el aniversario, pero sí quejas contra la política económica. En un país con uno de los sueldos más bajos de la Unión Europea, los ajustes ya realizados y los que se piensan que van a venir, motivaron la masiva protesta. El principal temor de los manifestantes es que, a los recortes ya efectuados en áreas como la salud y la educación, se le sumen otros en políticas sociales, además del aumento de los impuestos.
Por otra parte, ese mismo día en su discurso oficial el presidente de la República, Cavaco Silva, llamó a la oposición a alcanzar un consenso “más allá de las concepciones político-ideológicas” con el fin de evitar entrar en una crisis económica. Si bien resaltó los resultados positivos en la ejecución del programa de la troika, aclaró la necesidad que tiene el gobierno de encontrar soluciones al problema del desempleo y el aumento de la pobreza en el país. Sus palabras no hallaron eco en la oposición, que criticó el discurso y la defensa de las políticas de ajuste. En el mismo sentido se expresaron los líderes de los principales sindicatos, Unión General de los Trabajadores y Confederación General de los Trabajadores Portugueses. Carlos Silva, secretario general del primero, declaró que el discurso no alcanza para “las personas que más sufren y sienten los sacrificios que les son impuestos”.
Debe recordarse que el 25 de abril de 1974 la llamada Revolución de los Claveles, llevada adelante sobre todo por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), puso fin al denominado Estado Novo, que regía los destinos de la nación portuguesa (y sus colonias de ultramar) desde 1926. Antonio Salazar fue la máxima figura del régimen desde ese año hasta 1968, cuando debido a una enfermedad debió delegar el poder. Mostrándose contrario al liberalismo, al comunismo y al parlamentarismo, Salazar buscó poner fin a la inestabilidad que caracterizó a la década de 1920. Su apoyo provino de un sector del ejército, de las familias más ricas del país y de la Iglesia, al margen de la persecución política que llevó a prisión o al exilio a muchos opositores.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial y, en especial, en las década del ’50 y ‘60, los bajos salarios, la improductividad de la economía, y el severo atraso agrícola comenzaron a generar serios movimientos de oposición. A esto se sumó el conflicto con las colonias (Angola, Mozambique, Guinea-Bissau) que buscaban su independencia. Los intentos de introducir reformas democráticas fracasaron y Caetano, sucesor de Salazar (muerto en 1970), no pudo contener el descontento del pueblo y de un gran sector de las fuerzas armadas, en especial el que había participado de las luchas coloniales.
La sublevación que lideró el MFA puso temporalmente en el poder a un antiguo comandante de Guinea-Bissau, al tiempo que el pueblo celebraba la liberación de los presos políticos, el fin de la censura, las persecuciones policiales y el retorno de los políticos exiliados. Se abrió un período de disputas principalmente entre socialistas y comunistas que incluyó modificaciones en el gobierno provisorio, e incluso ocupaciones de empresas y expropiaciones que generaron un movimiento contrarrevolucionario. Pero, finalmente, la III República se consolidó en 1976, con el triunfo de los socialistas en elecciones libres.
Al finalizar la manifestación del pasado jueves, en la que tomaron parte varios de los líderes de 1974, la canción Grándola, vila morena dio comienzo a una Asamblea Popular, en la que se podía pedir libremente la palabra. Marcada por los llamados a una huelga general, discursos contra el capitalismo, la troika, y el actual gobierno, los manifestantes corearon repetidamente ciertas consignas, destacándose la que clamaba: “Uno, dos, tres, abril otra vez”. El tema Grándola fue la señal que dio comienzo a la Revolución de 1974 al emitirse, pese a que estaba prohibido, por la radio Renacença. Desde entonces se convirtió en un himno y, actualmente, es utilizada en todas las marchas contra el gobierno. De hecho, el 15 de febrero pasado, el discurso de Passos Coelho en el Parlamento fue interrumpido por manifestantes que entonaron sus estrofas dentro del mismo Congreso. Es que, como sostiene su letra, el pueblo portugués sigue creyendo que “es el que más ordena”.

Gustavo Fidani y Matías Figal.

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