(Colectivo Avanzar)
Para comenzar a esbozar un sucinto análisis sobre esta temática tan importante, conviene partir de considerar que el método organizativo de los partidos burgueses se asienta fundamentalmente en un funcionamiento de tipo verticalista, autoritario, continuadores de la estructura política establecida por el sistema vigente, de democracia representativa, donde el pueblo solo vota cada 4 ó 6 años, pero no participa en la gestión de la cosa pública. No es protagonista de su propio destino, otros actúan y deciden por él.
Bajo cualquier ropaje, desde el más reaccionario y dictatorial hasta el “progresista” o de “centroizquierda”, estas organizaciones políticas son las defensoras e instrumentadoras de la economía y la cultura capitalista, aunque el poder real está detrás del trono. De modo tal que, conscientemente asumen la lógica del capital, basada en las leyes de acumulación y el beneficio, la ganancia máxima a toda costa, convirtiendo al ser humano en una mercancía como la orientación esencial de su accionar.
Buscan en la actualidad mantener centralmente la estructura heredada de la dictadura militar y del peronismo menemista, trabajando por todos los medios para que el pueblo no asuma una conciencia crítica, a la vez de convertirse en cada elección en una máquina productora de votos, tratando siempre de armar la trampa del “pacto social” y la “armonía de clases” entre el amo y el esclavo. Para ello engendran habitualmente formas de clientelismo, a fin de mantener al pueblo en un estado de pasividad y tolerancia, intentando anular su capacidad de análisis creativo, en particular, que no se llegue ni siquiera a sospechar que los trabajadores pueden y deben ejercer la dirección de la sociedad. Es por esa razón que temen y atacan todo intento de construcción de poder popular, tratando de ocultarlo o desprestigiarlo, utilizando a intelectuales resignados y domesticados, que predican que la conquista del poder y el propio concepto de revolución, son cuestiones de un pasado ya superado.
Se manifiesta así la imperiosa necesidad de librar una intensa lucha ideológica cultural, y la construcción de una organización que represente los intereses cardinales, estratégicos de la Clase Obrera, con fuerte arraigo de masas y pleno funcionamiento democrático. Por lo expresado, hay que tener muy en cuenta que los grandes medios de difusión y de cultura en general, se han convertido en una poderosa arma de persuasión política. Este fenómeno es de tal magnitud que, como ya lo hemos manifestado en otros escritos, se puede afirmar que el capitalismo es el primer sistema que ha creado una cultura de alcance universal. Por eso es imprescindible seguir insistiendo en la importancia del desarrollo de los medios populares alternativos.
En buena medida la llamada “guerra fría” se ha transformado en la actualidad en una batalla por la conquista de las mentes humanas, sin que desestimen la política del garrote toda vez que lo consideren necesario, por lo que no es casual la reciente aprobación de la ley anti-terrorista, correctamente bautizada como: ley terrorista contra el pueblo, y la salida a la luz de la ilegal persecución de trabajadores y luchadores por medio de expedientes secretos que están en manos del aparato represivo, es por todo esto que debemos enfilar todos nuestros cañones contra dicha ley, conformando coordinadoras o multisectoriales de lucha por su inmediata derogación.
Por cierto que nada podrá ocultar la difícil situación que vive nuestro pueblo, que se irá agravando cada vez más con una política de ajustes, que ya ha comenzado con fuertes tarifazos e impuestazos, además de la creciente inflación, lo que provocará a su vez, un considerable aumento en la conflictividad social. Más allá del país mediático, hay un país real, medianamente reflejado en algunas cifras contundentes emitidas por el INDEC, en su Encuesta Permanente de Hogares, correspondiente al tercer trimestre del 2011: 11.300 millones de personas viven con menos de $27 por día, es decir más de una cuarta parte de la población, en un país que ha llegado a crecer a “tasas chinas”. De todas esas personas, unos 6 millones están en peor situación, pues viven con menos de $18 diarios. Además se amplió la brecha distributiva entre los más ricos y los más pobres: el 20% de la población con los ingresos más bajos, recibe el 4,2% de la torta. El 20% más rico se queda nada menos que con el 48,2%. Del total de los trabajadores ocupados, la mitad gana menos de $2.500. La canasta familiar está oscilando en los $6.000. Y ni que hablar de los jubilados: El 75% de ellos cobra salario mínimo, y que les acaban de otorgar un miserable aumento de unos $200, que pasando en cifras redondas pasarán a cobrar unos $1.400 a $1.600.

Este es el tan publicitado desarrollo con inclusión social, “los sueños realizados”. Siguen al pie de la letra una célebre frase del inolvidable Carlitos Menem: “Estamos mal pero vamos bien”. Ahora a esto se lo llama “capitalismo serio”.
El interrogante es cómo se puede planificar y orientar una economía en forma independiente y a favor de los intereses nacionales, si de las 500 más grandes empresas, alrededor del 75% pertenecen a capitales extranjeros, sumado al “monitoreo” del FMI. ¿Se puede afirmar que somos un país independiente con semejante extranjerización de la economía? Ante no muy favorables perspectivas futuras, no podemos dejar de actuar en constante actitud de ofensiva, como sucede en lo inmediato frente a las paritarias, donde de una u otra manera siguen presionando para volver a fijar un tope, lo más bajo posible, a los aumentos de salarios, argumentando nuevamente sobre el tan mentado costo laboral. Además de apelar a la movilización de los trabajadores, debemos hablar del costo empresarial, en especial de los grandes grupos económicos, los “formadores de precios”, que obtienen una ganancia superextraordinaria, sin que el gobierno les ponga límites. Cuando estos bondadosos señores hablan de recuperar la cultura del trabajo, retrucarles la necesidad de recuperar la cultura de un salario digno para una vida digna, incluyendo por supuesto a los jubilados, además del respeto a los derechos sociales, laborales y constitucionales, como la jornada de 8 horas, no más trabajo “en negro” o precarizado, o la participación en las ganancias, a lo cual el kirchnerismo siempre se ha opuesto. Esta posición determina la incentivación de la contienda contra la superestructura sindical empresarial, a fin de desarrollar un sindicalismo clasista y combativo, puesto que los burócratas sindicales ya no son solo los representantes de la burguesía en el movimiento obrero, sino que ellos mismos se han convertido en patrones.
Sus peleas con el gobierno no son en defensa de los intereses de los laburantes, sino de sus propios y egoístas intereses, como ser los cuantiosos dineros de las obras sociales o lograr mayores cargos políticos. Cuando los oprimidos y excluidos toman conciencia de su situación y se rebelan, se deteriora el poder hegemónico de los poderosos y sus representantes políticos, sociales y sindicales. Los avances, las conquistas logradas por los trabajadores, no fueron por las bondades de los capitalistas, sino consecuencia de una encarnizada lucha de clases.
En el 2001 el pueblo salió a las calles bajo la consigna “que se vayan todos”, apareciendo así como actor colectivo.
No pudo completar totalmente su papel transformador de fondo, por la debilidad del factor subjetivo de conciencia y organización.
Este es el gran reto de nuestra época. Solo hay posibilidad de cambios profundos cuando hay alternativas concretas, sino los pueblos siguen optando por lo ya conocido. No se animan a dar un salto al vacío. Se deduce de la experiencia histórica que tarde o temprano habrá una confrontación a muerte entre dos bloques de clases, el del Capital y el del Trabajo. En consecuencia la lucha por la unidad del campo popular y por la hegemonía político-cultural de la sociedad es un combate vital, decisivo. Solo así se puede pasar de la revuelta a la revolución.
Todos los que por oportunismo, por sectarismo o falsos hegemonismos atenten contra esta unidad, construida desde abajo pero también a todo nivel, favorecen a la permanencia de este sistema y sus nefastas consecuencias para el ser humano y la naturaleza, puesto que ya peligra hasta la supervivencia del planeta. Desde ya toda nuestra solidaridad con las luchas contra la minería a cielo abierto, altamente contaminante, y nuestro mayor repudio a la salvaje represión desatada contra el pueblo por gobernadores kirchneristas y la complicidad del gobierno nacional, comenzando a aplicar la mencionada ley antiterrorista.


“Si no se alcanza el poder, todas las demás conquistas son inestables, insuficientes, incapaces de las soluciones que se necesitan, por más avanzadas que puedan parecer”.
Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo
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