La información cajoneada por el Gobierno Nacional
Los datos acerca del personal civil que prestó servicios al Batallón 601 de Inteligencia tienen estado público y se encuentran colgados en la página del Archivo Nacional de la Memoria. Casi cinco mil nombres, apellidos y documentos de hombres y mujeres que colaboraron en la tarea de destruir al sector social más dinámico de aquellos tiempos, que ayudaron a la dictadura a ejercer el terror, que aportaron según su capacidad para desaparecer a los sectores de avanzada política de la década del setenta. Allí figura, en la foja 52, su nombre: Martínez, Gerardo Alberto. Y el número de su documento: 11.934.882. Los listados fueron entregados a Nilda Garré, entonces ministra de Defensa, el 5 de febrero de 2010 por el general de brigada César Gerardo Milani, Director General de Inteligencia-EMGE. Este no es un dato menor, que más adelante será desarrollado. Miembros del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción y Afines (Sitraic), una organización gremial constituida como alternativa a la UOCRA, a la que consideran completamente burocratizada y propatronal, leyeron con atención renglón por renglón los listados reveladores y encontraron allí las señas del secretario general de los constructores. La denuncia fue radicada ante la Justicia bajo el patrocinio de María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). El poder judicial tiene ahora en sus manos la tarea de esclarecer la participación y responsabilidades de Martínez en el periodo dictatorial, cuando todo indica que ejercía de buche de los militares. El propio Martínez tiene el deber de dar explicaciones a la sociedad sobre el rol que jugó en aquellos años. No debería sorprender tal pasado. El currículum de Martínez es más bien un prontuario que marca una continuidad con los objetivos que se había trazado la dictadura. A pesar de que el gobierno de Cristina Fernández quisiera ver en él al próximo baluarte de su “columna vertebral”, mote con el que el kirchnerismo denomina a la burocratizada dirección de la Confederación General del Trabajo (CGT).
Los registros de la Anses indican que Martínez comenzó a prestar servicios en la UOCRA a partir de diciembre de 1978. Tenía 22 años. Los archivos desclasificados indican que ya oficiaba como servicio de inteligencia. Escudriñar el pasado de Martínez es una tarea dificultosa. Los más memoriosos en el gremio señalan que ingresó a trabajar directamente en el área administrativa del sindicato. “Nunca trabajó en una obra”, le dijo a este cronista una fuente que continua ligada a la primera plana del gremio de la construcción, que no prefirió resguardar su identidad. “Lo conocí en 1986 durante la histórica marcha de Piedra del Águila, cuando dos mil obreros recorrimos casi 300 kilómetros a pie para reclamar por nuestros salarios y derechos –recuerda Alcides Christiansen, dirigente del gremio de la construcción que llegó a ganar en 1989 la seccional Neuquén del sindicato, hasta que Martínez ordenó su intervención, lograda con un verdadero operativo de guerra desplegado por la policía–. Fue una marcha descomunal. Martínez había sido enviado por la dirección nacional, estaba bajo el ala de Alejo Farías, secretario general de entonces. El objetivo de su llegada era dispersar la lucha. Poco antes de llegar a Neuquén hicimos una asamblea ante el anuncio de la delegación del sindicato de que había una oferta de la patronal. Era muy importante. Yo tenía la posición de que debíamos llegar a Neuquén y ahí decidir si aceptábamos o no la oferta. Martínez dio un ultimátum: había que votar a favor y levantar la movilización. La votación fue confusa pero anunciaron que su propuesta había ganado. El sindicato puso micros para llevar de vuelta a los obreros a sus lugares. Con un grupo decidimos continuar la marcha. Teníamos razón. La patronal no había hecho ninguna oferta. Todo había sido un invento de la burocracia para desmontar la lucha”.
La presentación que realizó María del Carmen Verdú ante la justicia es reveladora y marca los nexos de la UOCRA con la dictadura. Allí señala que Horacio Américo Barcos, designado en 1996 como interventor de la Seccional Tres Arroyos de la UOCRA por el mismo Martínez, fue condenado en Santa Fe a 15 años de prisión por su participación en el secuestro y torturas de José Alberto Tur, dirigente de CTERA y su esposa Amelia Ricotti. Barcos integra los listados del personal civil de inteligencia como colaborador del Batallón de Inteligencia Militar 122 desde el 1 de enero de 1976 hasta el 1º de mayo de 1997. Eduardo Juan Daffunchio, abogado de la UOCRA Santa Fe, figura como colaborador del mismo batallón.
Una consideración especial merece la cuestión de la difusión de los listados. Hace un par de años, la revista Veintitrés publicó una edición especial en la que se adjuntaban páginas y páginas de nombres de hombres y mujeres que habían fungido como servicios de inteligencia bajo la dictadura. En esas listas, el nombre de Martínez no aparece. ¿Esas listas fueron editadas en alguna instancia estatal? ¿Existió la determinación de proteger al sindicalista, que ya estaba integrado en las filas del menemismo? Dudas.
Hoy los tribunales cuentan con los datos suficientes como para ponerse a investigar.
Finalmente, nadie puede escapar de su pasado.
Al menos, a veces sucede así.
Hoy le toca a Gerardo Martínez encontrarse con la historia.
Tal vez pueda haber justicia.
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