Otro servicio del Batallón 601 fue detectado en una organización popular. La extraña reacción de la Liga por los Derechos del Hombre.
Por Diego Rojas @zonarojas
Un fantasma recorre los ámbitos de la militancia, especialmente la militancia de la izquierda: es el fantasma del “infiltrado”. Del servicio. Del espía. Los más despreocupados señalan que tal figura correspondería a una especie de mito urbano. Otros que sería un anacronismo. Los más cuidadosos dicen que son como las brujas: no existen, pero que los hay, los hay. Por eso esos ámbitos suelen conmoverse si se comprueba que un topo logró confundirse en sus filas. Algo así ocurre ahora mismo en el mundo de las organizaciones de derechos humanos. Un militante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, una de las instituciones más tradicionales del país en estos temas, había fungido como agente civil del Batallón 601 durante la última dictadura militar.
Así aparece en la “Nómina del personal civil de inteligencia que revistó en el periodo 1976/1983”, según consta en los archivos públicos de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación: “Amarilla Bonifacio Alberto 8.228.739”. El orden del listado lo ubica en el renglón 213.
“Lo conocí a través de su participación en el Encuentro por la Verdad, la Memoria y la Justicia, que él integraba en representación de la Liga -recuerda Carlos Lordkipanidse, conocido como “El Sueco”, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos-. Amarilla participaba en reuniones de elaboración de documentos y llegó a ser el responsable de finanzas del Encuentro: era el que recaudaba el dinero de todas las organizaciones, quien hacía imprimir los afiches, las banderas. Su rol le permitía acceso y contaco con militantes de todos lados, les pedía el celular para comunicarse con ellos, presenciaba nuestras reuniones y estaba al tanto de las posiciones que se sustentaba en ellas”.
Así lo documentan los mails que solía enviar, detallando la actividad del Encuentro, la fallecida militante Adriana Calvo: “Se designaron los responsables de conformar las Comisiones de Organización (Carlos Lordkipanidse, AEDD), Finanzas (Alberto Amarilla, Liga), Documento (Diana Kordon, Liberpueblo) y Prensa (Margarita Cruz, AEDD). Como siempre, se invita a participar en las Comisiones a los representantes de todas las organizaciones que lo deseen”, dice uno de ellos. Otro aporta más sobre su rol como recaudador: “Informaron las Comisiones de Finanzas, de Organización y de Documento. Finanzas: Recordó la decisión de que todas las organizaciones contribuyan con $100 salvo aquellas muy pequeñas que pidan una excepción a la Comisión para aportar $50. Aportes: en la próxima reunión o en la Liga, Corrientes 1785, 2º C, Alberto Amarilla, de 16 a 18 hs”. Ambos mails corresponden a la organización de la marcha del 24 de marzo, aniversario del inicio de la última dictadura, en 2004.
“Accedió a mucha información y participaba de las marchas ocupando alguna función en seguridad y organización -sigue recordando Lordkipanidse–. También tenía un programa en FM Parque Patricios, una vez me invitó a hablar ahí”.
–¿Qué lo llevó a verificar si Amarilla figuraba en el listado de los servicios del Batallón 601?
–(Reflexiona) Quizás una fibra paranoica. (Ríe) A mí particularmente me parecía que tenía un aspecto extraño. Por un lado, eso muestra mi paranoia. Pero por otro, era un ñato con una cara de sargento que se caía. Ahora, hay gente con cara de sargento que no tiene nada que ver con los militares, ¿no? En este caso, verifiqué que su nombre se encuentra en los listados de agentes del Batallón 601.
Los registros oficiales señalan que Amarilla vive en el barrio de Lugano, en su calle principal, Soldado de la Frontera. Este cronista se dirigió a ese domicilio. Al comenzar el otoño, la noche de los monobloques de Lugano se vuelve más vacía, solitaria. Luego de tocar varias veces el timbre del departamento que figura a nombre de Amarilla y de que no hubiera respuesta, este cronista decidió retirarse, no sin antes preguntar por el supuesto servicio de inteligencia a una vecina que ingresaba al edificio, sin resultados positivos.
–¿Pudo transmitir este descubrimiento a los organismos de derechos humanos?
–La gente de la Liga está enterada a partir de una conversación que tuve con ellos –explica Lordkipanidse–. Hace alrededor de un año les comuniqué el hallazgo. Correspondía que hicieran una denuncia pública sobre esa situación: fue un militante suyo que tuvo contacto con miembros de muchas otras organizaciones. Me decían que hacía mucho que no lo veían y que no figuraba por ningún lado. Lo cierto es que Amarilla nunca dijo que había trabajado para el Batallón 601 y que luego se había dado vuelta, nunca hizo una autocrítica y ocultó su pasado como agente civil. Entonces amerita que se haga pública su situación. Hay responsabilidades políticas. La de aquellos que fueron conminados a decir que pasaban estas cosas y no lo hicieron. Hay un ocultamiento de esta cuestión y no sé por qué razón.
Graciela Rozenblum es una de las profesionales que milita en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, ligada al Partido Comunista.
–Esa persona estuvo vinculada a la Liga hace muchos años, se desvinculó allá por 2006 –dijo la abogada a plazademayo.com–. No tenemos más información de esta persona posterior a ese momento.
–¿Cuál era su rol en la Liga?
–Él era obrero de la construcción, hacía arreglos en casas, pintura fundamentalmente, y colaboró en el área de prensa de la Liga, tuvo un programa de radio. Participó de la organización de los actos del 24 de marzo representando a nuestra institución hasta fines de 2006. Después perdimos todo contacto con él.
–Sabiendo que esta persona fue agente del Batallón 601, en retrospectiva, ¿cómo evalúa su comportamiento en aquella época?
–A ver. ¿Para qué querés esta información? Yo no estoy dispuesta a que se publique lo que estoy diciendo.
–No entiendo. Como dije al presentarme, soy periodista y esta información será publicada en una nota en plazademayo.com.
–Nosotros estamos evaluando qué vamos a hacer con ese tema. Pero no hacemos declaraciones públicas sobre esta persona.
–Bien, hasta este momento las estuvo haciendo, le dije que era para plazademayo.com.
–No me dijiste que era para publicar, eso es mala fe. Me preguntaste hasta cuándo estuvo vinculado y te contesté. Hasta ahí, está todo bien. Lo demás es resolución de la organización. Evaluaciones y todo lo demás. No te voy a dar mi opinión personal.
–Este es un tema que excede a lo personal.
–La Liga se enteró en un momento y lo que hagamos con este tema es un asunto institucional.
–Es un problema social ya que esta persona no sólo ha tenido un trabajo, probablemente, de infiltración en la Liga, sino que ha tenido contacto con militantes de otros espacios.
–Mirá, las personas que están en esa lista, algunas de las que han sido denunciadas por mí, como Gerardo Martínez, hay que chequear un montón de información. Mi palabra es que esa persona se desempeñó en nuestra organización hasta 2006, más que eso no te voy a decir. Yo sé que estás trabajando, pero yo tengo que preservar a mi organización.
–Por eso, ustedes hace muchos meses conocen esta situación.
–El que te informó, no sé por qué te lo informó. Esa persona en vez de hablar contigo, debería haber hablado con nosotros.
–Por eso mismo, ustedes fueron informados varios meses atrás sobre esta situación.
–Mirá, nosotros somos muy cordiales con el gremio de los periodistas. Terminemos esta conversación acá, no quiero enojarme ni quiero que te enojes. La información oficial es que esta persona colaboró con la Liga hasta 2006. ¿Qué vamos a hacer con esta denuncia? Lo estamos discutiendo.
–Muy bien, muchas gracias.
–Hasta luego.
La reacción de la miembro de la Liga suena extraña. “Nosotros, quienes integramos el Encuentro por la Memoria, Verdad y Justicia, siempre hemos compartido la idea de que cuando se descubren situaciones de esta naturaleza hay que hacerlas públicas –explica Diana Kordon, de la agrupación de DDHH Liberpueblo–. Es lo que sucedió cuando se descubrió que Raúl Tarifeño, miembro del MST de Neuquén, había sido agente civil del Batallón 601. Todos compartimos que hay que denunciar”.
La Liga por los Derechos del Hombre no integra más el Encuentro por la Memoria, Verdad y Justicia desde que el Partido Comunista, al que está ligada, adscribió al oficialismo kirchnerista. ¿Quizás denunciar el pasado de Alberto Amarilla como servicio también implicaría denunciar la inacción del gobierno sobre la investigación de cada uno de los hombres y mujeres mencionados en esa lista?
“El gobierno sólo entregó ese listado, no los legajos de cada miembro del Batallón 601 que están en su poder –señala Claudia Ferrero, abogada de la Asociación de Profesionales en Lucha–. El juez Ariel Lijo cajoneó la investigación sobre esos listados. Muchos de los nombrados en esos listados siguen su actividad de espionaje sobre las organizaciones y militantes”.
El sábado se cumplen treinta y seis años desde que la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina tomara el control del Estado. Desde allí erigió un aparato de inteligencia para vigilar los movimientos populares. El Batallón 601 y su red de agentes civiles fue uno de sus centros. Que perduran. Basta pensar en la acción de espionaje de la Gendarmería y el Proyecto X que fue revelado por su accionar de infiltración entre obreros combativos de Zona Norte hace un par de meses. Los servicios de inteligencia, incluso, exceden los controles que los gobiernos puedan tratar de imponer, ya que gozan de cierta autonomía en aquellos lugares del Estado donde operen. Por eso es necesaria una acción decidida para acabar con esos aparatos de vigilancia y control. Alberto Amarilla, de 65 años, había formado parte de los grupos de apoyo de inteligencia civil a la dictadura. En años cercanos, había organizado junto a organismos de derechos humanos las movilizaciones en repudio a la dictadura de la que él había formado parte. En su departamento en Lugano nadie responde. Muchos se preguntan dónde está Amarilla hoy.