(Prensa Latina)
- Historia del conflicto Argentino- Británico
Las islas fueron descubiertas por los españoles, quizás por Américo Vespucio, al servicio de España, o más probablemente por navegantes de la expedición de Magallanes, en 1520, y casi seguramente por la del obispo de Plasencia en 1540. Lo prueba la cartografía de la época: Cartas Náuticas de Reinel (1522-23), de Diego de Ribero (1529) y de Agnese (1536-45), y especialmente el "Islario" de Alonso de Santa Cruz (1541). En ellos las islas reciben nombre de "San Son", "Sansón" o "San Antón", y también islas "De los Patos".
Mucho después, los ingleses atribuyen el descubrimiento de las islas a John Davis en 1592, aunque éste no desembarcó y sus referencias fueron imprecisas. Por otra parte, las sitúa en forma muy errada. Usa las mismas palabras en inglés que las empleadas en el "Islario" de Santa Cruz, del cual seguramente las tomó. En 1594, el corsario inglés Richard Hawkins descubre unas islas cuya descripción no corresponde a las Malvinas.
A partir de 1698, fecha en que se fundó la Compañía de Pesca del Mar del Sur, las Malvinas fueron visitadas por pescadores franceses, especialmente del puerto de Saint Maló. Por esa razón las islas recibieron el nombre de Maluinas y posteriormente Malvinas.
El primer ocupante efectivo del Archipiélago fue el francés Luis Antonio de Bougainville, que zarpó de Saint Maló y llegó a Malvinas en 1764. Funda en la isla Soledad, la pequeña población de Port Saint Louis o Puerto San Luis. Un año después, el comedoro inglés Byron exploró la isla Trinidad (llamada Saunders por los ingleses), y en enero de 1766 los británicos establecieron un puerto, al que llamaron Egmont.
Enterados los españoles de la primera usurpación de su derecho sobre las islas, reclamaron ante Francia, que reconoció la soberanía de la Corona hispánica tanto en virtud del descubrimiento como por las cláusulas del Tratado de Tordesillas (1494). Por lo tanto, los franceses evacuaron el 2 de abril de 1767. En cuanto a los ingleses de Puerto Egmont, fueron desalojados por Francisco de Paula Bucarelli. Debido a su inferioridad militar ante Inglaterra, España debió devolver Puerto Egmont en 1771, pero dejó a salvo sus derechos de soberanía sobre las islas y contando con una promesa secreta de evacuación británica, que se materializó el 22 de mayo de 1774.
En esa fecha fue evacuado Puerto Egmont y España continuó ocupándolas hasta poco después de que Buenos Aires, sede del gobierno virreinal del Río de la Plata, rompiera vínculos con España, y asumiera el control efectivo de todos los territorios. A las pocas semanas del pronunciamiento del 25 de mayo de 1810, el primer gobierno argentino, encabezado por el brigadier Cornelio Saavedra, ya tomaba su primera resolución relacionada con las Malvinas.
La época hispánica duró de 1767 a 1811, y durante esos 44 años, se sucedieron ininterrumpidamente veinte gobernadores, algunos con dos o tres períodos de gobierno.
Es una época de importancia, pues durante ella Inglaterra declinó sus pretensiones ante los derechos hispánicos, reconocidos por Francia en 1767, y tácitamente por los ingleses en 1774, cuando abandonaron las islas, desde Puerto Egmont, en cumplimiento de la "promesa secreta" y de los derechos nunca renunciados por España.
Esta es la base de los derechos argentinos en lo histórico y en lo jurídico, por ser herederos y continuadores de las posesiones insulares españolas del Atlántico Sur.
Es importante también señalar que dos de los gobernadores de Malvinas fueron criollos, pues eso ya significó la participación de los hijos de la tierra, bajo la autoridad hispánica, como un anticipo de la continuidad que seguida, en la época independiente, en los Comandantes y Gobernadores militares y civiles argentinos.
Los dos gobernadores criollos bajo el Virreinato fueron Jacinto Altolaguirre, porteño, que ejerció el mando de 1781 a 1783 y Francisco Xavier de Viana y Alzaxbar, que lo hizo de 1800 a 1801.
- Autoridad argentina
Las islas, que pertenecían a España, pasaron por derecho de sucesión a pertenecer a las Provincias Unidas del Río de la Plata, denominación inicial de la República Argentina.
Esta, en reafirmación de sus derechos, tomó formal posesión de las mismas el 6 de noviembre de 1820, en que el Coronel de Marina David Jewett, comandante de la nave "Heroína", izó el pabellón azul y blanco en las ruinas de Puerto Soledad (ex puerto San Luis).
La ocupación de las Islas Malvinas se hizo con toda seriedad y precedida de una comunicación que Jewett remitió a loberos y pescadores ingleses y norteamericanos, que usufructuaban de las islas en forma indiscriminada.
- ¿Qué pasa entre los años 1820 a 1833?
Hay una serie de actos de soberanía y son nombrados tres comandantes militares, que son:
1. David Jewett, comandante de la fragata "Heroína", hasta enero de 1821, fecha en que solicitó ser relevado del cargo.
2. Guillermo Mason, que reemplazó a Jewett, permaneció con la fragata "Heroína" en las islas, hasta mayo de 1821.
Luego, en 1824, es nombrado "Comandante Militar" Pablo Areguatí, de origen guaraní, indio argentino, y Capitán de Milicias de Entre Ríos, que sólo alcanza a ejercer su cargo durante dos o tres meses.
En 1829, es nombrado gobernador Luis Vernet, quien permanece en el cargo hasta 1832.
Durante todo el período de ejercicio pleno de su soberanía, ningún país intentó oponer reclamo a la Argentina sobre las Islas.
Por supuesto, tampoco Inglaterra, que en 1823 reconoció oficialmente la independencia argentina y en 1825 firmó con el gobierno de Buenos Aires un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación.
- La Usurpación Británica
El Reino Unido aprovechó la desprevención, el 2 de enero de 1833 entró en la bahía de Puerto Soledad la corbeta británica "Clío", capitaneada por John Onslow. Se encontraba a cargo del gobierno insular el Comandante argentino José Mana Pinedo, quien rechazó el ultimátum de evacuación británico.
Sin embargo, la absoluta superioridad de las fuerzas inglesas determinó que el día 6 de enero debiera abandonar el archipiélago, rumbo a Buenos Aires, mientras los ingleses se apropiaban del territorio y procedía al hostigamiento sistemático de la población argentina. Esta fue dispersada y expulsada, apropiándose los invasores de todas las Islas y sus bienes.
Por su parte, el gobierno argentino no estaba en condiciones militares de afrontar por las armas a la mayor potencia marítima de la época.
El gobierno de Buenos Aires, encabezado por Juan Ramón Balcarce, protestó de inmediato ante el encargado de negocios británico, El 17 de junio de 1833, el representante argentino en Londres, Manuel Moreno, presentaba ante el Foreign Office una extensa protesta.
Los reclamos argentinos se sucedieron en diciembre, en abril de 1835, en febrero de 1842 y así sucesivamente, ya que la Argentina no sólo que nunca dejó prescribir sus derechos soberanos, sino que de año en año y de gobierno en gobierno sentía en carne propia y en su sensibilidad nacional, el despojo armado una parte de su territorio.
- En las Naciones Unidas
El 14 de diciembre de 1960, las Naciones Unidas aprueban la resolución 1514, que establece que "todo el intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país, es incompatible con los propósitos y principios de la de las Naciones Unidas".
En 1962 se crea el Comité de Descolonización, que incluye a olas Islas Malvinas en la lista de territorios a descolonizar.
En el año 1965, los derechos y los intereses de la República Argentina logran un categórico reconocimiento en la ONU. Contra lo que pretendía Gran Bretaña, la Asamblea General, por Resolución 2065 (XX) “toma nota de la existencia de la disputa acerca de la soberanía" sobre las Islas, y establece que las Islas las no pueden ser descolonizadas por la "autodeterminación". O sea, no es válido en las Malvinas el pronunciamiento de la población importada a ese territorio por los británicos, luego de que sus tropas la usurparan en 1833 por la fuerza y dispersaran a la población.
Cabe consignar como un hecho indicativo más del incuestionable derecho argentino de soberanía sobre las Islas Malvinas, la Resolución del Bloque de No Alineados, que con el apoyo unánime de sus miembros en el año 1979, declaró explícitamente que las Islas Malvinas son argentinas y reclamó que Gran Bretaña las restituyera a sus legítimos dueños.
En 1976, el Comité Jurídico Interamericano, de la Organización de Estados Americanos (OEA) reconoció a la Argentina "el inobjetable derecho de soberanía sobre las Islas Malvinas", declaración que hizo suya la Asamblea General del organismo continental.
Estas declaraciones de prácticamente las tres cuartas partes de los países del mundo, indican que si la situación producida por la política colonialista y de usurpación del Reino Unido fuera sometida al voto de la Asamblea General de la ONU, el fallo de la comunidad internacional daña la razón a la actitud de la República Argentina que los días 1, 2 y 3 de abril de 1982 ocupó las Islas.
El gobierno de Gran Bretaña incurrió a lo largo de abril de 1982 en nuevos actos de agresión contra la Argentina, claramente tipificados en la "definición de agresión" dada en la Asamblea General de la ONU el 14 de diciembre de 1974. En dicha Resolución, se califica de agresión "todo uso de fuerza armada contra la soberanía o integridad territorial de otro Estado", incluyendo el bloqueo de sus puertos o costas.
A partir de la recuperación de sus territorios, la Argentina ofreció una actitud de conciliación y de amistad al gobierno del Reino Unido, siempre que su soberanía territorial quedara por encima de cualquier negociación.
- Conflicto en Malvinas: Petróleo, caníbales y desafíos
Por Moisés Pérez Mok, Corresponsal jefe de Prensa Latina en Argentina.
Buenos Aires, (PL) La instalación de una plataforma británica de exploración de hidrocarburos en las Islas Malvinas, cuya soberanía reclama desde hace 177 años Argentina, sirve hoy como botón de muestra de las querellas que marcarán el siglo XXI.
Una acción de este tipo plantea algo más que una cuestión de soberanía en una centuria en la cual la disputa de los recursos naturales va a ser el gran escenario internacional.
Documentos aprobados por representantes de 32 países recordaron que existe un interés regional en que las partes reanuden las negociaciones "a fin de encontrar a la mayor brevedad posible una solución justa, pacífica y definitiva en la disputa de soberanía".
Además, deploraron por incompatibles con los legítimos derechos de Argentina la pretensión de la Unión Europea de incluir a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur en el régimen de "Asociación de los Países y Territorios de Ultramar".
Del mismo modo, emitieron un comunicado especial sobre la exploración de hidrocarburos en la plataforma continental que subraya la necesidad de respetar lo establecido por la Resolución 31-49 de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Este documento insta a las dos partes a abstenerse de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación, mientras las islas estén atravesando por el proceso recomendado por la Asamblea General.
Quienes tienen un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pueden violar una y mil veces, sistemáticamente, las disposiciones de la ONU,
el resto de los países se ve obligado a cumplirlas, bajo pena de ser declarado un país enemigo o tal vez con calificaciones más duras; bajo pena de ser invadido militarmente o intervenidos políticamente sus gobiernos.
Fue el 15 de enero de 1833 cuando por primera vez esta nación suramericana reclamó sus derechos sobre las Malvinas, ocupadas solo días antes por fuerzas británicas que desalojaron a sus habitantes y a las autoridades argentinas legítimamente establecidas en esas tierras.
Más, no fue hasta 1965 cuando Naciones Unidas emitió la primera resolución estableciendo la obligación de ambos países de sentarse a discutir la soberanía de ese territorio, teniendo en cuenta también los intereses de los habitantes de las islas.
A partir de ahí fueron aprobadas nueve resoluciones en igual sentido y prohibiendo, además, tomar decisiones de carácter unilateral, sin que hasta la fecha Londres accediera a negociar una solución pacífica y definitiva a la prolongada controversia.
Desde entonces y hasta la fecha se produjo un conflicto bélico, en 1982, que se extendió durante 74 días y costó la vida a 649 soldados argentinos y a 255 británicos, y hubo también en la década de los 90 un cambio de estrategia.
Con la experiencia de la guerra desatada por la dictadura militar se creyó que el problema de la vinculación con Gran Bretaña se reducía a una cuestión de formas, y que ello había provocado el endurecimiento y la pérdida de poder para sentarse a una mesa de negociaciones.
Se ensayó, a partir de los años 90 una política diametralmente opuesta, llamada "de seducción", de acuerdos, de ver cómo se podía explotar en forma conjunta y cooperativa los recursos, pero eso tampoco sirvió.
Y si bien es cierto que el 27 de septiembre de l995 se llegó a un acuerdo bilateral en materia de manejo de hidrocarburos, con la Declaración de Cooperación Conjunta para Actividades Off Shore, a los cinco o seis días ese tratado fue violado por Londres.
La nueva escalada en el conflicto argentino-británico por las islas del Atlántico Sur se recrudeció a comienzos de este mes, cuando el Gobierno argentino presentó una nota de protesta al Reino Unido rechazando su pretensión de autorizar la exploración petrolera en ese territorio.
La operación, dijeron aquí medios de prensa, tiene la intención de descubrir si en el lecho submarino se esconden unos 60 mil millones de barriles de crudo, tal como lo promocionan las autoridades isleñas.
Ese nivel de recursos, advirtieron los diarios, sobrepasaría las reservas probadas argentinas y británicas.
En respuesta a la decisión unilateral del Reino Unido, la Casa Rosada promulgó un decreto regulando la navegación desde el continente hacia las Malvinas, enfilado a garantizar la defensa de su soberanía y de sus recursos naturales.
Londres respondió enviando una nueva fuerza naval hacia las Islas Malvinas, donde ya tiene desplegados una fragata, un destructor, una patrullera, dos buques y más de un millar de efectivos militares.
Argentina manifestó no adoptar ninguna medida que no esté amparada en el derecho internacional.
Ya en septiembre pasado, Argentina había rechazado un nuevo despliegue de fuerzas británicas en las Malvinas, cuando fueron enviados hacia allí cuatro superjets Typhoons de la Royal Air Force.
Portavoces de la cancillería consultados entonces señalaron que la nueva maniobra "enfatiza la continuada presencia militar británica en espacios terrestres y marítimos argentinos".
Por otra parte, a fines de noviembre el gobierno argentino había reiterado su enérgico rechazo a la pretensión de considerar a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y al Sector Antártico Argentino como territorios asociados a la Unión Europea. Dichos territorios y los espacios marítimos circundantes son parte integrante del territorio de la República Argentina y están ilegítimamente ocupadas por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
- Petróleo, la nueva era de las conquistas
Por Katia Monteagudo
La Habana (PL) La lucha global por el control de los recursos estratégicos es un hecho comprobado en el mundo de hoy.
En la misma medida que han ido disminuyendo las reservas mundiales de las materias primas claves e incrementándose su demanda, igual han escalado los conflictos para asegurarlas.
Michael T. Klare, profesor de estudios para la paz y seguridad mundiales en la universidad estadounidense de Massachusetts, asegura que las grandes potencias están desesperadas por tener más dominio sobre el petróleo, gas natural, agua, uranio y minerales industriales decisivos como el cobre y el cobalto, aún sin explotar.
Esta competencia tiene gran impacto en el mercado internacional y en la puja de sus precios, además de propiciar una mayor transferencia de armamentos y despliegue de bases militares, explica Klare.
"Los estrategas del Pentágono creen que asegurar la primacía en la lucha por los recursos mundiales debe ser la prioridad número uno de la política militar estadounidense", ejemplifica el también analista de la geopolítica energética.
Esta misma certeza la comparte John Reid, quien en sus días como Secretario de Defensa del gobierno británico consideraba como asuntos oficiales las guerras por los recursos.
Reid afirmó en el 2006 que los efectos causados por los desajustes climáticos y el control sobre los recursos estratégicos serían la mayor fuente de conflictos en el planeta.
Cuatro años después, su aseveración toma cuerpo con las nuevas riñas que hoy pululan por el uso de importantes yacimientos de hidrocarburos.
En el Mar Negro, con enormes reservas para Europa, grandes compañías petroleras se disputan la licitación pública para la exploración y extracción de crudos en varios perímetros marinos ahora propiedad de Rumania.
Esta nación en el 2009 obtuvo nueve mil 700 kilómetros cuadrados de la meseta continental del Mar Negro, tras un largo litigio con Ucrania, ante el Tribunal Internacional de Justicia.
Tras el favorable veredicto, los rumanos adquirieron 100 mil millones de metros cúbicos de gas natural y 10 millones de toneladas de petróleo probables, más el inmediato forcejeo de 20 consorcios por la extracción de esos volúmenes.
También en las aguas del Golfo de México bulle, desde el pasado año, otra querella petrolera entre Estados Unidos y la nación azteca por el misterioso caso de la Isla Bermeja.
Esta porción de tierra firme, hasta hace 30 años, estuvo ubicada a 100 millas del norte de Yucatán y Campeche, pero ni las más sofisticadas expediciones científicas mexicanas la han podido hallar hoy sobre las cálidas corrientes del golfo.
Los medios de prensa especulan que pudo desaparecer por la elevación del nivel del mar o por un bombardeo del más codicioso vecino de la región.
El islote, de unos 80 kilómetros cuadrados, era el último punto terrestre de México y desde ahí se iban a fijar las 200 millas náuticas que concede la ley para explotar los yacimientos de una región submarina transfronteriza.
Pero al no poder ser ubicada, México perdió el derecho de otros 55 kilómetros de mar patrimonial, distancia que abarca la casi totalidad del Hoyo de Dona occidental, una de las reservas globales más importantes.
En esa área se calcula un potencial de 22 mil 500 millones de barriles, que podrían reanimar y cubrir un tercio de la producción mexicana de crudos y casi un cuarto de la de gas natural.
El gran potencial petrolero del Golfo de México ha sido objeto de negociaciones poco transparentes entre los dos países a lo largo de los años, aseguran los analistas.
En 1997, durante la toma de acuerdos bilaterales para delimitar los lindes entre ambos, trascendió que compañías estadounidenses estaban perforando pozos cercanos a la frontera mexicana.
La denuncia de los afectados, precipitaron los estudios y la búsqueda infructuosa de la Isla Bermeja.
Con el tiempo, Estados Unidos aceptó que en la frontera de los Hoyos de Dona se estableciera una franja de 1.4 millas de cada lado, en moratoria por 10 años.
También los estadounidenses se comprometieron a que si se encontraban recursos transfronterizos, le pedirían a sus compañías que, "si lo tenían a bien", hicieran un informe y se lo entregaran a México o a ellos mismos.
Estados Unidos cerró el acuerdo, alegando además que a la parte azteca pasaba el 60 por ciento de la zona en disputa, y que ellos permanecerían con el 40 restante.
No obstante, en su lado quedaron los yacimientos más cercanos a la superficie, mientras que los ubicados en el otro bando se localizan a tres mil 500 metros de profundidad, y hasta la fecha ninguna compañía petrolera se atreve a explotarlos.
La actual la disputa entre Argentina y el Reino Unido, por las islas Malvinas, resulta el ejemplo más candente de los conflictos que emergen por el control de los recursos aún sin tocar.
Desde hace más de treinta años, diversas misiones científicas inglesas han ratificado la existencia de importantes niveles de riqueza petrolífera en la cuenca sedimentaria de esas islas.
En el actual año, el contencioso entre los dos países volvió avivarse, tras conocerse que varias empresas británicas comenzarán a sacar el crudo que pertenece al subsuelo argentino.
La disputa es más compleja, al saberse que estas islas podrían ubicarse entre los grandes exportadores de oro negro del mundo, ya que posee reservas comprobadas que superan en un 300 por ciento a las de Argentina, hoy con yacimientos para cubrir apenas el consumo de casi nueve años en lo adelante.
A 650 kilómetros de la costa argentina y a ocho mil del Reino Unido, las islas Malvinas están rodeadas por cuatro grandes cuencas sedimentarias.
En estas se estiman 18 billones (18 millones de millones) de barriles de supuestas reservas probables, afirma el doctor Federico Bernal, director editorial del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas.
"Estas islas podrían convertirse en una de las principales potencias exportadoras del mundo, con niveles similares a los de Emiratos Árabes Unidos, Argelia y Arabia Saudita", asegura Bernal.
Pero este asunto ha seguido tomando temperatura al conocerse que esas cantidades podrían garantizar 27 años de vida a la industria petrolera argentina.
Sin embargo, esos volúmenes sin explotar podrían multiplicar por 10 las reservas inglesas en el Mar del Norte, donde ya declinan las extracciones desde los años 80.
La ebullición de este conflicto no solo será nefasta para la Argentina, prevén los expertos, los desprotegidos del planeta, dueños de valiosas riquezas, también tendrán que ponerse alerta, porque aún sigue de moda la era de las conquistas coloniales.
Rockultural...Una historia que no terminará, que se repetirá en tanto y en cuanto haya billetes de por medio. El manejo de la riqueza y el poder no conoce de fronteras ni banderas, de hecho no le interesan. Comeremos ese pescado podrido, que los poderosos nos darán, una y otra vez, durante cientos de años más, hasta que no haya nada más para sacar de ahí.
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