Escrita por Mabel Ruiz (mamá de Maximiliano Kosteki)
Protestar en paz
Había una vez un país en vías de crecimiento en el que el gobierno y la prensa les enseñaban a sus habitantes como se vive en una democracia. no era nada fàcil esta tarea ya que unos minúsculos grupos de desocupados, jubilados, estudiantes y familiares de víctimas de genocidios insistían en portarse mal. No eran capaces de tener la paciencia que pedía el presidente y ni siquiera se aguantaban esperar veinte o treinta años pasando hambre y humillaciones mientras la nación se recuperaba de la pesada herencia del mandato anterior.
Estos peligrosos inadaptados se movilizaban y alteraban el orden cortando rutas o amontonándose en plazas y calles obstruyendo el transito de la digna gente que trabaja. No hubo otro remedio que mandar a la policía y gendarmería para que de muy buen modo los persuadieran de abandonar dichas actividades. Los efectivos del orden debían armarse de coraje para enfrentar con sus modestas balas de goma, gases lacrimógenos y camiones hidrantes, a todos esos salvajes armados de fuertes y poderosos cascotes y capuchas.
Por suerte, los sediciosos supieron entender y decidieron marcharse al darse cuenta de la ilegalidad de cortar rutas y pintar paredes. Las siguientes ocasiones de protesta entonces, fueron mejorando. Los obreros se manifestaron en los costados de las rutas y los jubilados y estudiantes en las plazas cuidando de no pisar el asfalto de las calles. Pero nuevamente el estado mandó a sus fuerzas de seguridad para pedirles que por favor se dispersaran. Al otro día los noticieros informaban que manifestarse quemando muñecos no era digno de un pais civilizado. Estas minorías, entonces, procedieron a obedecer.
En la siguiente oportunidad se movilizaron sin cortar el tránsito ni quemar muñecos y aún asì las fuerzas del orden acudieron en su protección. Después de los incidentes los profesionales de la comunicación y la verdad suprema argumentaron que una cosa es expresarse en contra del plan económico y otra muy distinta es el acto de barbarie de hacer cantitos en voz alta y con vulgares groserías puesto que dificultaban la tranquilidad de las ciudades y dañaban los decentes oídos de los transeúntes.
Los subversivos entonces, después de algunos muertos y heridos, aprendieron una nueva lección y tomaron sus precauciones en la siguiente marcha. Dichos agitadores con la buena intención de regenerarse resolvieron manifestarse sin cantitos y con carteles exentos de malas palabras y faltas de ortografía.
Pero tampoco fué suficiente y las unidades policiales volvieron a acudir en su ayuda. Los manifestantes, en el interior de las comisarías, no se perdieron los noticieros de la jornada siguiente para ver una nueva clase de democracia. En esta ocasión los letrados en la materia alegaban el hecho de que los carteles tapaban la visión del paisaje urbano, que los aplausos también alteraban la armonía y el descanso de sus conciudadanos y que la vestimenta y peinados de algunos estudiantes agraviaban la moral de quienes no compartían ese gusto.
Actualmente los activistas se juntan en las plazas con los brazos cruzados, sin cantitos ni carteles, de saco y corbata, sin pisar el cesped, sin decir malas palabras ni mascar chicles, sólo los mayores de dieciocho años y los varones de un lado y las mujeres del otro, siguiendo los consejos del gobierno y la prensa independiente de como se debe protestar en paz.
Rockultural...Este sábado todos a Avellaneda para reclamar justicia por Maxi y Dario y a seguir en la lucha que los gobernantes progressistas, el poder hegemónico y muchos ciudadanos anestesiados por la falta de coraje quieren terminar.
Todos a Avellaneda!
¿Querés un país mejor, justo y equitativo? Vení!
Sino, tu futuro estará en manos de socios como estos que se encargaron de destruir nuestro a pueblo.
¡Dario y Maxi no están solos!
¡Los pibes de Bariloche Tampoco!
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