Foto: Carlotto (Abuelas), Cristina Fernández (Presidenta), Ratzinger (Papa)
"Hay que defender con fuerza lo que hacemos. Cómo puede ser que salgan a decir cualquier cosa de nosotros. Si van a la casa de un compañero a agredirlo o a molestarlo, vamos a ir 200, 300, 500 ó 1.000 a la casa de ellos".
Gobernador Néstor Kirchner, en un acto del PJ contra los cacerolazos durante la huelga provincial en febrero de 2002
En abril de ese 2002 convulsionado, candente, la convocatoria de Kirchner a "correr" a los vecinos que, como en todo el país atronaban con cacerolazos, fue acatada con todo rigor. Doscientos matones, armados con palos y cachiporras de goma, atacaron una manifestación que intentaba acercarse a la Casa de Gobierno, en Río Gallegos. La policía había desaparecido: era zona liberada.
"Nos cazaron como a perros", explicó uno de los manifestantes. "Nos golpearon a mansalva, patearon a los chicos, tiraron a las mujeres en el piso, las patearon".
En la patota fueron identificados varios funcionarios de alto rango del municipio y del gobierno provincial, como Mario Vidal, gerente de Servicios Públicos; José Luis Gómez, director de Tránsito municipal; Jorge Ferreyra, secretario de Acción Comunitaria Municipal; Pablo Noguera, miembro del Tribunal de Disciplina, y Pablo Gasso, director de la Casa de la Juventud, entre otros.
También estaba con ellos el asistente personal y antiguo chofer de Kirchner, Rudy Ulloa. Ya entonces, como se ve, Kirchner echaba mano a la represión "tercerizada".
El 29 de abril, el periodista Roberto Petroff, del diario Tiempo Sur, fue interceptado en la calle, en Río Gallegos, por dos individuos que lo golpearon y amenazaron. "Te vamos a matar", le advirtieron. Petroff había informado sobre aquel ataque de la patota. Al día siguiente, su compañera de trabajo Lorena Nahuelcurá también fue amenazada mediante un anónimo.
La llamada "política de derechos humanos" de Néstor Kirchner no puede entenderse sin tener en cuenta esa relación represiva que sistemáticamente tuvo en su provincia, mientras fue gobernador, con la protesta social. No fue "el hijo de las Madres" durante la dictadura: él y su esposa eran abogados, pero jamás, ni una sola vez, presentaron un habeas corpus o defendieron a un preso político.
Tampoco cuando fue intendente de Río Gallegos entre 1987 y 1991, ni durante sus tres periodos en la gobernación cruceña (1991-2003).
Y Cristina Kirchner nunca bregó por los "derechos humanos" mientras fue senadora. Cuando Néstor Kirchner pidió perdón por "veinte años de silencio", hablaba, ante todo, de sí mismo.
Alejandro Guerrero
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