"(…) nuestro pueblo comprendió desde el primer momento la necesidad de la unidad, y la unidad se convirtió en una cuestión esencial para la Revolución, la unidad se convirtió en un clamor de las masas, la unidad se convirtió en una consigna de todo el pueblo. (…)"
Fidel Castro
“El Proletariado sólo puede hacerse y se hará inevitablemente una fuerza invencible siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores…”
Vladimir Lenin
Por Andrés Figueroa Cornejo
1. “Hoy es una jornada de lucha por la independencia política de los trabajadores, por la unidad socialista de América Latina; por el salario, las condiciones laborales, la tercerización; contra la burocracia sindical para que los sindicatos se conviertan en efectivas herramientas del mejoramiento material, moral y político de la clase trabajadora”, dice Néstor de la Asociación de Profesionales en Lucha bajo la tarde del primero de mayo en Buenos Aires y agrega que a la hora de defender trabajadores castigados por la patronal o en huelga “no hacemos discriminaciones partidistas”.
Matías Cisneros, dirigente de los asalariados de Metrovías que integra la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro, afirma que “en estos momentos estamos peleando la paritaria salarial y que se respete nuestra demanda de un 28 % de reajuste, mientras nos imponen un 18 % y los precios están disparados”.
Por su parte, el secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción (Regional Sur), Víctor Grosi expresa que su agrupación lucha “por 4.500 pesos de salario básico (US$ 1.022); recategorización; jubilación a los 55 años; ley penal para los accidentes de trabajo y mejores condiciones de seguridad e higiene”.
La profesora Claudia Conciglio de la corriente Tribuna Docente informa que se moviliza con sus compañeros, tanto para recordar a los Mártires de Chicago, como “por las reivindicaciones del magisterio, ya que nos han colocado un salario muy por debajo del valor de la canasta familiar: nos pagan entre 2 y 3 mil pesos mensuales (US$ 454 / US$ 681) y la canasta está en alrededor de 6 mil pesos (US$ 1.363). Las escuelas públicas se están cayendo a pedazos por la mala infraestructura. En particular, en la provincia de Buenos Aires hay un presupuesto muy insuficiente para la enseñanza. No hay nombramientos ni cobertura de cargos. Y en la Ciudad Capital están cerrando cursos. Aquí el gobierno de la Ciudad con la venia del nacional, deja correr el achique de grados, sobrepoblando las salas de clases, desmejorando la atención de los chicos y despidiendo docentes.” Sobre el mismo ámbito, la maestra, luchadora social y dirigente de la Asociación de Maestros, Ademys, María Laura Frecha, esclarece que “continuamos con la campaña contra el cierre de cursos en la Ciudad. Ya hemos logrado reducir más del 50 % de los cierres programados. Estamos defendiendo uno por uno los cursos. Lo que hemos advertido es que la política contra la educación pública corresponde a una estrategia nacional, donde varía sólo la forma según el lugar. El objetivo es dejar la escuela pública para pobres y la escuela privada para quienes puedan pagarla”. A su vez, el maestro Domingo Garro del Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación de la provincia de La Plata suma que “no podemos perder la memoria, antes que todo. Y en materia de enseñanza, siempre hemos tenido problemas con las organizaciones sindicales burocráticas que terminan acordando a espaldas de los docentes, salarios a la baja. Luchamos contra el mal llamado ‘impuesto a las ganancias’, que se nos cobra a los que sobrevivimos de un salario. Remuneracionalmente, estábamos por un básico de 4 mil pesos (US$ 909 mensuales), y los de arriba acordaron la mitad. Sin contar a los maestros que trabajan ‘en negro’ (informalmente) o en ‘gris’ (mitad ‘en blanco, mitad en negro’).”
Resulta indudable la unidad de sentido, demandas y horizonte de lucha y sociedad de los trabajadores que salieron a la calle el Primero de Mayo en Buenos Aires. Sería todo un avance -notable en los tiempos de la hegemonía transitoria, pero brutal de los intereses de la minoría dueña de todo- que los asalariados, las fuerzas sociales aún insuficientes, pero condición necesaria para cualquier transformación popular, hubieran hecho un punto de fuerza para expresar la madrugada de un nuevo proyecto y sus reivindicaciones.
Sin embargo, los trabajadores entrevistados en este artículo estuvieron en la misma ciudad, el mismo día, a la misma hora y a 10 calles o menos de distancia, en distintas concentraciones. En Buenos Aires hubo por lo menos 5 manifestaciones convocadas principalmente por organizaciones políticas de izquierda. Pero no como parte de una estrategia de distribución de fuerzas bajo una convocatoria unitaria y común. Por el contrario. Unas más, otras menos, las convocatorias se efectuaron precisamente para no fundirse, para no ser uno. Más de algún patrón sonrió con placer de clase.
2. Que dicen que es un problema mundial, que la ofensiva imperialista en medio de una de sus peores crisis conocidas, encuentra al pueblo trabajador internacional y de cada país, de capa caída, desarmado políticamente, sorprendido, sin memoria ni voluntad de resistir. Que la caída de la URSS, que la tiranía de los relatos de grupos de interés y la crisis de los mega relatos, que el individualismo, que los medios de comunicación, que las condiciones objetivas (que involucran las subjetivas) no maduran, que falta tanto, que el miedo, que la pobreza relativa no es la absoluta, que lo último que se pierde es la esperanza, que por lo menos algo se hizo, que ‘hacen falta dictaduras’ para agudizar las contradicciones sociales, que todo podría ser peor.
Es cierto que sólo el movimiento real y las formas más explícitas de la lucha de clases, históricamente, han derrotado las diásporas políticas no capitalistas. Es cierto que cuando la movilización, en todas sus esferas, de los trabajadores y el pueblo, de las grandes mayorías en acción contra la explotación, la expoliación, el arrebato de derechos conquistados, el empeoramiento de la vida en general se expresan concretamente en un momento dado, crean en conjunto las condiciones de la alternativa política propia de los intereses de las clases subalternas.
Las direcciones políticas de los partidos, organismos, colectivos, movimientos y cualquier instrumento que declara la emancipación del género humano y el combate convincente y decidido contra el capitalismo, con la mirilla puesta en una sociedad donde gobierne la combinación interdependiente entre igualdad económica y social, libertad y democracia participativa y real, lo saben.
Sin embargo, esas mismas direcciones políticas saben –salvo que carezcan de convicción de poder y abunden en vocación de minoría- que el movimiento e instrumento emancipador, dialécticamente, siempre debe estar en construcción, afinamiento, en sintonía con el pueblo profundo, es decir, con el único protagonista que puede superar de manera histórica y objetiva las relaciones de clases y de poder, el trabajo asalariado, los dolores inhumanos del capitalismo. Y que para ello, dado los aprendizajes de la minoría burguesa mundial y sus extensiones nativas o nacionales, se precisa de fuerzas sociales más que voluminosas, que trasciendan las diferencias aparentes, las banderas que limitan y no abarcan, las visiones sobreideologizadas, el deseo o la moral en su peor sentido y que pueden llegar al absurdo imperdonable de cortar las piernas de la realidad para que calce en el ataúd de los manuales.
Argentina no está desconectada de la mundialización de las relaciones capitalistas. Como país dependiente, tiene su lugar bien definido en la división internacional del trabajo. Esa es su condición. Su problema, como el de toda Latinoamérica para no ir más lejos, no es que partió ‘tarde’ en la carrera desarrollista o industrial o progresista. Ese es su sitio estructural mientras no sea derrotado el imperialismo. Esas son sus condiciones para la emancipación. Sin atajos, pero sin míticas etapas que por ahí alguien todavía considere que debe quemar el país para convertirse en potencia primermundista. En un planeta deshabitado, tal vez.
La unidad de todos aquellos que están dispuestos a ofrecer lucha contra el capitalismo se construye desde ya. Con los trabajadores concientes (que no solamente con los obreros ligados a la producción industrial de mercancías materiales), con el estudiantado dinamizador, la juventud sin futuro, con el ambientalismo consecuente, con los pueblos originarios, los campesinos repletos de niños trabajadores, con los inmigrantes, con los que batallan ante el patriarcado criminal y cotidiano, con esa inmensa mayoría que padece sin saber bien por qué la mala vida, pero que ya perdió la paciencia.
Ante la vergüenza inoficiosa y funcional del aparcelamiento político, esas direcciones iluminadas, pero nunca luminosas, que pretextan con inventiva insuperable los argumentos más peregrinos para postergar la reunión que demandan los de abajo, aquí y ahora es perentoria la creación básica del instrumento político de las mayorías. Aunque lo nuevo necesariamente trae de lo viejo, aquel territorio que concuerde para combatir en mejor pie el actual movimiento del capital, por fuerza y razón, debe hegemonizar la herramienta por venir. Y considerando que así ocurriera, apenas se estaría ante una fuerza mínima de arranque, en el prólogo, en la edificación laboriosa para iniciar la resistencia sin la cual no hay ofensiva posible. ¿O es que la lucha de clases también existe en las organizaciones de izquierda? ¿O es que a algún autodenominado militante preclaro y archirevolucionario le conviene el actual estado de cosas?
Cuando amanecen los pueblos reivindican la unidad. Los pueblos no subestiman jamás al enemigo de clase y conocen por experiencia su golpe y de lo que es capaz por mantener sus privilegios. Práctica y teoría, análisis concreto de la realidad concreta, voluntad de victoria. Unidad inquebrantable o renuncia canina.
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